Cuentan que el bosque lloraba.




Cuentan que el bosque lloraba
 si la veía partir,
en solitaria llamada
en cada luna de abril.

 Cuentan que el llanto dejaba
huellas de extraño primor,
cuando la noche apagaba
en el lucero su voz.

Cuentan que el velo dejaba
en cada paso una flor
y el nenúfar se cerraba
con su lamento de amor.

Siente la noche el vacío
en su silencio fatal,
cuando el fugaz desatino
va sentenciando el final.

Cuentan que el canto del hada
en su periplo de azar,
 era plegaria y romanza
de solitaria deidad.

Cuentan que el bosque lloraba
en su desvelo silente,
sobre el sendero de rosas
aquella noche celeste.

 

Y el alquimista  que cuenta
de la ilusa despedida,
entre las sombras discretas
de la luna  y de su enigma,
 sabe del canto del bosque y del amor que le inspira,
cuando el llanto de sus ramas:
dejan sus huellas divinas.

















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