¡Cómo duele!



¡Cómo duele la distancia!
Es cual quebranto del tiempo
que multiplica las ansias
y extrapola pensamientos.
Es el dolor que no acaba
es la añoranza en un ruego,
es la plegaria del alma
que se amotina de anhelos.

¡Cómo acaricia la tarde
 cuando el céfiro la besa!
Deja que un sueño le abrace
con elixir de quimeras.
Y atesora cada instante
el azul de primaveras
y hasta el torrente de azares
entre acequias de promesas.

¡Cómo aquilata el silencio
al crepúsculo en la noche!
Es la visión del lucero
cual utópico quijote.
Auténtico y sin apremio
sabe del mar, de los montes,
del trinar del azulejo,
del jilguero y el sinsonte.

Y duele hasta el sentimiento
la impotencia y la agonía,
en el delirio soberbio
y en la amarga despedida.
No hay crisol ni privilegios
cuando muere la sonrisa,
solo el bárbaro bohemio
es quien revela su ira.

El aroma de esperanza
se ha trocado en desconsuelo,
busca atrapar la constancia
que persevera sin miedo.
Al abismo de nostalgia
va el amor como escudero:
¡Cómo duele la distancia
que se amotina de anhelos!






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