Inquieto el amanecer


Inquieto el amanecer
con un vendaval de rosas
perfumadas, primorosas
en el álveo rosicler.
Enigmático el placer
de la cautela divina,
que se anticipa genuina
en su auténtico albedrío,
derramando en el rocío
el elixir que alucina.
 
Renueva el gozo que inspira
esa paz sin ataduras,
sin estigmas de locuras
cuando el hastío suspira.
Y se transforma la lira
del poeta enternecido,
con el versar atrevido
liberado y sin fronteras,
que eclosiona entre quimeras
cual estío florecido.
 
Admirable el torbellino
de las ardillas traviesas,
entre azares y sorpresas
que complementan el trino.
Persevera el peregrino
que se atreve en el querer,
con el cotidiano hacer
de la creación osada,
siempre ilusa en la alborada
del inquieto amanecer.
 
 
 


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