Cascadas de Luces: Del Cobre y el Turquino: Te siento en la ventisca de fárragos desvelos, refugio de silencios y lágrimas de anhelos. Es tu manto de estrellas Señora soberan...
Esperemos el revuelo de intrépidas mariposas, romanceros se adonizan y la primavera asoma, mientras tanto se acarician los anhelos con las sombras, laberintos y quimeras conspiran reveladoras. Cortejemos los desvelos con ilusas esperanzas, repentinos rosicleres son cual pinceles del alba que surten desde el silencio torrentes como cascadas, fluyendo entre madrigales junto al verso en la alborada.
Aferradas al libro de la vida mis páginas escritas del pasado, lejanas se remontan a la cima de antiguos contubernios reservados. Ayer que se confunde del presente ambiguo y solapado en un suspiro, cuartillas del azar que lo estremece y enigmas del diario compartido. Aferra el corazón en los pasajes y atrapan obstinados las prisiones de absurdos embusteros y cobardes, que embrollan insidiosos las traiciones. Pretérito remoto de un silencio que atrapa los capítulos en prosa, de instantes que sonrojan los deseos y afianzan el poder de las memorias. Recuerdos que atenazan inasibles la cándida emoción que los evoca, se aferran inocentes al misterio del libro que atesora cada historia. Se aferran episodios que atesoran pueriles desenfados y requiebros, cual libro perpetuando las memorias de lágrimas bohemias del destierro. Aferrada al silencio de este libro que comparte los secretos del desvelo, yo descubro los rencores e
Señora adversidad suelta mis alas, no dejes que el cansancio me flagele, retira el laberinto que interfiere y aquello que lacera la confianza, pues sé que entre palabras se supera lo insano, lo arrogante e indolente, aquello que a la vida tergiversa cegando entre las sombras el mañana. Señora adversidad tienes mis manos asiduas artesanas de verdades, te pido que alivianes los azares y pueda desprenderme de lo amargo, bien sabes que no ansío la riqueza basada en la ambición y en vanidades, prefiero la humildad sin apariencias y así visualizar lo soberano.
Va discreta y silenciosa, taciturna peregrina con su tinta misteriosa. Sin evasiva, ingeniosa, conquistadora y divina va increpando sigilosa. Y amonesta a la insidiosa falacia que arremolina, con cetrina nebulosa. Melancolía tortuosa cuya magia repentina, se solapa cautelosa. Y en su revuelo azarosa, acicalada y genuina junto al versar se alboroza. Surte anhelo en verso y prosa, es del alma medicina que nos sana venturosa.
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