Y acrisola el horizonte una mirada


La tristeza revelada en la premisa
del anhelo que bendice cotidiano,
con el llanto maternal tan soberano
confabula en el silencio con la brisa.
 
Ella sabe de la angustia que no avisa
 quebrantada ante el Nadir de lo inhumano,
del hastío de lo adverso y lo profano
que confina en el destierro la sonrisa.
 
Es la madre del amor en tierna alianza
que trasciende en sacrificio y fortaleza,
atrapando en su bondad franca esperanza.
 
No claudica derrotada en la pereza
y acaricia con el alma la confianza,
embriagando la virtud con su grandeza.  
 
Si conmueve el santo llanto la rudeza
y acrisola el horizonte una mirada,
en el álveo de la noche coronada
se extrapola su beldad en fiel proeza.





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