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Mostrando entradas de mayo, 2013

Alcanzando estrellas

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Asumo el cansancio y el dolor que deja la huella profunda de la despedida, temores que duelen pero que no humillan si al final el miedo revela sorpresas. Declive y ocaso, renuevo o quimera, senderos del alma que escriben su encanto con perlas de sueños y pesar del llanto, madrigal de auroras que alcanzan estrellas.   Presumo el talento de la musa inquieta que atrapa entre versos la ilusión divina, me asusta la noche de ingrata utopía llena de espejismos en cumbres de esperas. Respiro el aroma de la lira intensa, que vence el abismo de la infiel cascada del Nadir incierto de sombras extrañas, abriendo horizontes: rompiendo cadenas.      

Y el ángel mi piel bendice

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Sensual primicia de ensueño de alborozo y regocijo, revelando el acertijo que adoniza iluso sueño. Goza el ángel mi desvelo en la cenital caricia y apasiona la delicia el orgasmo de mi anhelo. Maliciosa y dulce brisa clandestina en el deseo, siente arúspice apogeo cuando el Cénit profetiza. Y levita peregrino el rubor en su revuelo, abrazando el terciopelo del azar cuando alucino. Sorprende el beso la aurora en el albor que amanece y enigmática fenece la algazara tentadora.  Deja huellas la romanza de la noche que cautiva, se desordena atractiva en su délfica esperanza. Nigromante el paraíso en la mesura del alba, se acrisola con el  malva del preclaro compromiso. Y el ángel mi piel contagia si en el fuego aventurero, fluye ardiente el hechicero que su romance presagia.      

Para mi Jaime Javier

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Radiante mes que el gozo estimulaba la espera del sublime alumbramiento, soñando el milagroso nacimiento: arrullo del amor que cobijaba.   Divino fue el dolor sin sufrimiento, anhelo de la fuente que emanaba destellos de la vida que llegaba, cual tierno amanecer del firmamento.   Conservo en las memorias el instante retando la emoción en la premisa y el eco de tu llanto de inocencia.   Si abrazo en el recuerdo tu semblante travieso querubín de mi sonrisa, tesoro que bendice mi existencia.        

Dolor en el silencio

(Dedicado a víctimas y sobrevivientes de Oklahoma City  devastada por un monstruoso tornado)   Dolor ante el silencio, la agonía del crudo vendaval sin reverencias, que horrible vitupera la inocencia marchita en la congoja compartida.   Inerme y desolada la quimera cual ágora indefensa ante la muerte, sacude vulnerable lo imponente solemne en el azarbe de tristeza.   Dolor en la silente despedida esclava del azar que no perdona, cegando con la fuerza aterradora la luz del horizonte en su vigilia.   Desnuda la amargura sin consuelo que aflige corazones en declive,  anhela en el suspenso lo posible y anida la esperanza en su renuevo.   Acequia de confianza, certidumbre, plegarias de optimismo y fiel promesa, conviertan lo sombrío en primavera cual alba desafiante de virtudes.

Divino seductor

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Te admiro ruiseñor de mis  cantares divino seductor de iluso vuelo, que trina en la emoción de los azares la copla visionaria de mi anhelo.   Virtuoso el amuleto que acrisola la noche conspirada en la locura, gozando el madrigal que se arrebola indemne de sosiego y de cordura.   Bohemio talismán de mi romance que irrumpe el horizonte si presagia, rijoso el sortilegio de su alcance que excita cada nota con su magia.   Velada de un concierto que genuino se aferra tentador a sus quimeras e insomne en el desvelo peregrino, evoca con donaire primaveras.      

Loca de amar el idilio inminente

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Luz cenital al besar de repente en el arcén de la alquimia añorada, gozo y placer en la ilusa mirada cuando el clavel deshojó lentamente.   Tu corazón me atrapó confidente, supo escrutar la primicia impulsada por el rubor de la ilusa cruzada, loca de amar el idilio inminente.   Pudo el azar sonreír lujurioso en el edén del total desconcierto, y el vendaval del anhelo impetuoso.   Si al descubrir en ardiente algazara cual surtidor del rijoso concierto, la fiel visión que mi amor vislumbrara.   

En el albur del silencio confeso

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Te anidaré florilegio tentado cuando al vibrar con el verso en mi boca, he de atrapar la memoria que evoca el rosicler nigromante gozado.   Te asumiré  cual placer silenciado cuando el soñar con la lira provoca, délfico edén que preclaro sofoca la noche azul del encuentro velado.   Y junto al mar del deseo genuino dejó su estigma el atávico beso, cual seducción de tu andar peregrino. Inquieto azar del elixir travieso, néctar frugal del lirismo divino  en el albur del silencio confeso.              

A las madres generosas

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Mes que proclama belleza aromático entre flores, deleitando en sus primores las cascadas de nobleza. Sublime amor y entereza renovada en cada aurora, no se rinde cuando añora el arrullo del cariño, en la mirada del niño que se espiga sin demora.   Se regocija el jardín en este Mayo florido de homenaje merecido y aromático jazmín. Ruboriza el carmesí del clavel y la amapola, la brisa tierna tremola con su fragancia divina, como dueña peregrina del presente que acrisola.   Divertida es la verbena cual rosaleda de versos, surcando los universos y arrullando cada escena. En tanto la musa plena inspira su romancero, trinando como el jilguero sus tonadas más hermosas, a las madres generosas cual adagio lisonjero.      

Luceros eminentes de mis sueños

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Luceros eminentes de mis sueños  ( A mis hijos Jaime y Jorge)   Contempla en lo sublime el alma mía las notas inefables que no expiran, acordes de constancia que deliran y expresan la verdad de su ambrosía.   Amados en mis noches de osadía retoños primorosos que me inspiran, no importan los aciagos que suspiran el gris de la frugal melancolía.   Callados o traviesos son los dueños que afianzan el amor en lo divino  e infunden el crisol en mis empeños.   Tesoros que acicalan el destino, luceros eminentes de mis sueños: que esplenden cual candil en lo genuino.        

Por el hoy que vivimos y por el mañana que nos espera

  Mamita mía: ¡Cuánta emoción al escribir estas líneas que nos une con la fuerza del pensamiento! Apenas unas horas que hablamos y esa voz hermosa que brota de tu alma dulcemente,  permanece con el eco inagotable del amor que hace milagros, levita en el sublime espacio que nos acerca aún en la oquedad del exilio, que impide el beso de tu corazón y el consuelo de tu amparo sanador. Han sido tantos años separadas físicamente y esa lejanía duele. Inevitable dolor que no nos quebranta porque sabemos que la fuerza incondicional y la lealtad que nos une, no conocen de fronteras ni distancias. Siempre me dices que el universo conspira para que nuestro cariño se multiplique y nos haga más fuertes, más dedicadas, más humanas, bajo un mismo cielo que nos ampara con el cenital lucero confidente que tú y yo pactamos, el día de nuestra despedida en La Habana. Y  así lo siento, sin perder jamás la ternura, la delicadeza y la firmeza día a día, aún cuando lágrimas fluyen para inundar el alma en la

Soneto a mi madre

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Madre mía: tan virtuosa y soberana, eres rosa en el jardín que no suspira marchitada en el dolor porque te inspira, el milagro del amor cada mañana.    Me acaricia tu sonrisa cotidiana bendecida por el brío que delira, cada instante de añoranza que conspira de alborozo en el azar de mi ventana.   Algazara de jazmín y rosaledas se desvelan generosas y esplendentes, cuando admiro sin recato tu denuedo.   Y descubro las albricias sorprendentes que superan las nostalgias y hasta el miedo, mientras tanto tú  acrisolas alamedas.      

Y acrisola el horizonte una mirada

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La tristeza revelada en la premisa del anhelo que bendice cotidiano, con el llanto maternal tan soberano confabula en el silencio con la brisa.   Ella sabe de la angustia que no avisa  quebrantada ante el Nadir de lo inhumano, del hastío de lo adverso y lo profano que confina en el destierro la sonrisa.   Es la madre del amor en tierna alianza que trasciende en sacrificio y fortaleza, atrapando en su bondad franca esperanza.   No claudica derrotada en la pereza y acaricia con el alma la confianza, embriagando la virtud con su grandeza.     Si conmueve el santo llanto la rudeza y acrisola el horizonte una mirada, en el álveo de la noche coronada se extrapola su beldad en fiel proeza. 

Añoro madre mía tu consuelo

  Tus ojos surtidores de esperanzas pletóricos de albricias tremolando,  escrutan los senderos acercando distancias que conspiran añoranzas.   No escondes tu paciencia entre alabanzas ni evades la mirada silenciando, si el gozo del cariño va irisando la tierna filigrana de enseñanzas.   Requiebro de tu amor que no claudica y sueña en el quebranto una quimera leal en la virtud que sacrifica.   Atávica beldad cual primavera que arrulla milagrosa y multiplica la fuerza maternal que me libera.   Y abrazo la emoción que plañidera, conmueve su pasión ante el desvelo. Añoro madre mía tu consuelo y el eco de tu risa lisonjera.  

Aroma de recuerdos

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Evoco cual hechizo el verde valle tan fresco entre silvestres rosaledas, amparo de un amor inolvidable besando mariposas las palmeras. Crisol en el espliego reverdece y atisbo entre mis manos azucenas, que exhalan el aroma de recuerdos mixtura de jazmines y gardenias.   Irisa la tempera el sortilegio y asoma una añoranza sus primores, refugio que adoniza inexorable soberbias primaveras de pasiones. Divina la mirada cristalina que abraza  el rosicler del horizonte, la vasta inmensidad  sin espejismos y el eco seductor de los sinsontes.   Azul entre senderos y cantares revivo la emoción en las veredas, atávico invocar insuperable emanan las rosadas madreselvas, fragante en el enigma de los montes trepando el toronjil, la hierbabuena y el tierno coralillo que se esconde travieso en las memorias de mi tierra.