Mosaico de mis sueños: Cascadas de mis letras

Mosaico de mis sueños: Cascadas de mis letras
 
 
 
La inspiración que abriga la ilusión con denuedo,
acaricia sus alas y acrisola su vuelo,
en sublimes ardicias o en arcanos desvelos
que provocan e invitan al hechizo de versos.
 
Danza tu pluma en pedestal de penas.
Danza el amor la sinfonía inerte.
Danza la tinta su luz en la tristeza.
Danza la vida renuevos del presente.
 
Sin sombras del ayer en ónfalos poeta,
la danza del versar presume su destreza
y el genio de besar las rimas con las letras:
devela tu verdad romántica y bohemia.
 
Huellas que escriben y delatan, que escrutan testimonios,que secan el llanto y humedecen en la sequía del alma. Huellas que acercan corazones, que alejan los quebrantos y que sellan alianzas para siempre. Huellas que nos hablan o castigan, que ponderan o flagelan. Huellas que nos besan el silencio y nos marcan el sendero.
 
 
La distancia nos libera, nos compromete, pondera y ama con la misma intensidad que lastima o lacera.
Multiplica la ansiedad de un encuentro como también puede languidecer en la espera y en la soledad.
La distancia perdona el arrebato, tolera la incomprensión, conoce del sacrificio, de la lealtad y del compromiso.
La distancia habla de un tiempo, de un espacio, de un lugar.
Habla del poder del amor, de la evocación y de la sanación del alma.
Deja sus huellas y escribe las memorias que perduran en el tiempo.
 
Recorrer la vida día a día, consentidos por el amor que escribe sus azares, que ofrece y retroalimenta en el hacer cotidiano, viviendo el presente con denuedo. Amando el milagro de compartir la belleza del espíritu en todas las manifestaciones, con la sencillez de la brisa, la fuerza del mar, la armoniosa melodía del trinar de las aves en primavera, el inevitable rosicler del alba y el sublime poniente que acoge el cenital encuentro del crepúsculo con la luna de los sueños.
 
Almenaras de amor en medio de las sombras, en el pesar de la tiniebla que en el gris horizonte del dolor, somete en dudas y desconfianza, recrimina con rencor y odio, pretendiendo extender su penumbra nefasta. Hoguera de vida, del amor que enciende y acaricia, que consuela y revela su optimismo, que ilumina túneles con el candil de la esperanza.
 
Nada es imposible cuando nos proponemos alcanzar el cielo. Nada puede impedir nuestro vuelo en aras de nuevos horizontes, de revelar la posibilidad que vive en el interior del ser humano y que en su libre albedrío, construye con voluntad y fortaleza, no claudica ni se aliena, no se frustra en los intentos ni desmaya su fe ante las colinas de azares lamentables.¡Qué nada detenga el ímpetu del empeño, que traza senderos de esperanzas, que escribe nuestra historia y renueva el corazón en la alborada!
 
El corazón que atesora sus fortalezas y sana sus debilidades, que deja huellas y cosecha frutos, que no cierra sus puertas ante la posibilidad de renovarse, que irriga con su caudal de amor cada rincón de soledad o tristeza, para remontar con valentía y renacer de las cenizas, con la pasión inagotable del empeño hacedor y milagroso.
 
Huellas en la vida que marcan y dejan su estela de dolor.
Espacios que dividen esencias, que flagelan y destruyen, en medio
de la intolerancia y el caos ante lo nefasto y lo adverso.
Pero el amor siempre renueva, se pondera desde la grandeza del alma humilde que no se jacta de la arrogancia, sino que espera pacientemente encontrar el camino, donde la verdad se imponga con la libertad que no se espanta, ni claudica en la palabra.
 
Epígono romance de la luna traviesa,
fiel cómplice de anhelos y amante que nos besa
con el velo de asombros, peregrina y doncella,
siempre alerta y paciente, tan ufana y discreta.
 
 
No rendirnos ante la adversidad lacerante, no claudicar ante la intolerancia y la incomprensión, mirar siempre el entorno con optimismo, dispuestos a regalarnos la posibilidad de probar la fortaleza que habita en cada ser humano y que indemne de odio, de rencor y de cadenas, no se esclaviza ante las contingencias nefastas del quebranto, sino que renueva su capacidad de perseverar para alcanzar quimeras.
 
El amor nos enternece entre anhelos y quimeras.
Es la fuerza que mueve la vida, que la ennoblece y embellece con los valores plenos del alma, con su luz universal que no conoce de fronteras ni dimensiones, que sobrevive al desamor, a la adversidad,
a la simpleza de lo absurdo, para perpetuar su transparencia genuina y sin sofismas.
 
 
La oportunidad milagrosa de vivir requiere sacrificios. La espiritualidad eleva el pensamiento, desarrolla el visionario proyecto de alcanzar las metas, abrazar los sueños, desafiar espacios de espejismos yertos. Construir caminos e ilusos senderos con el fiel empeño de vencer los retos.
 
Las miradas hablan, revelan, esgrimen, censuran, delatan.
El silencio se lacera ante una mirada inquisidora, el orgullo se quebranta ante mirada húmeda del llanto que se derrama, o se enternece ante la ilusa transparencia del amor que expresa con un guiño su ternura. Puede una mirada convertir la soledad en esperanza.
 


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