Se han de contar nostalgias

 
 


Se han de contar nostalgias del peregrino iluso
que zarpó con el alba confiado en sus misterios,
con la pluma apagada que sofocaba sueños
atrapada en los muros del universo oscuro.

Se han de contar pericias del bergante travieso
con venablo en el alma para flechar el Delfos,
en tierras de esperanzas bajo el primor de un cielo
distantes de palabras y ajenas al silencio.


Y dicen que añoraba los tórridos desvelos
rosicleres de auroras en el turquí de espliegos,
el estío segando quimeras entre versos
en las veredas tristes del palmeral bohemio.


Y cuentan que en la ansiada promesa su mirada
quebrada en los aciagos, infausta en la alborada,
buscaba en las distancias las palmas y almenaras
y el tropical destello sidéreo en las montañas.


Se han de contar razones, censuras migratorias
de absurdas enseñanzas y oprobios que pregonan,
epígonos caprichos de ufanos que deploran
la libertad genuina que esplenden las auroras.


Romántico genera nostalgias que obsesionan,
bergante en el camino, errante de la historia
zorzal de la armonía, jilguero que acrisola
el trino que amanece y alcorza las memorias.


Se han de contar romanzas del peregrino iluso,
hereje enamorado loando el plenilunio,
cual nómada y exiguo poeta vagabundo
que fluye en madrigales de ensueños y artilugios.


Y aún vuela su pluma nutriendo las leyendas
esculpiendo en su lira proféticas promesas,
bohemio peregrino de sagas y proezas
versando en la utopía su crédula epopeya.
 

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