La dama y el abanico

 
Delicada y presumida,
bella, confiada y serena,
danza egregia cual sirena
en la holganza consentida,
la damisela florida
con azares de verbena.
Floreciente se enajena
con el ritmo que conspira,
melodioso si suspira
el abanico que arcano,
revela el sueño lejano
del céfiro que delira.
Danzan primicias la lira
en puntillas sibilinas,
tiernas caricias hialinas
en el remanso de flores,
sueñan odas de primores
cual romanzas peregrinas.
Y en el diván consentido
con aire de caballero,
el abanico altanero
esplendente y ladronzuelo,
contonea en el desvelo
sus albricias presumido.
 

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