Con aroma de lirios.



Hermoso panorama, para quien refugiaba los ecos de su silencio cada día bajo la complicidad de las ramas del roble abandonado. Iba cada mañana a recibir el amanecer, con el suspiro de la luna aún en sus pupilas. El lirio suave del aroma de sus cabellos salpicados por el rocío, hacía lucir diademas  brillantes al azar.

Allí reclinaba todos sus anocheceres deshechos de sueños.   Ahogaba sus lamentos en un silencio que se acomodaba con el suave vaivén de la brisa y el frescor placentero que amanecía para despedir a la invitada de las noches,  en solemne ceremonia al despuntar el alba.  Allí sentía adormecer todos sus músculos y relajaba cada uno de sus sentidos.  Allí su mirada se perdía en la inmensidad afrodisíaca del horizonte. Todo era azul, porque azul era el espectro de los sueños que dibujó algún día con su paleta  enamorada y romántica.  Azul era el futuro que había vislumbrado en la pubertad adolescente. Por eso toda la magia de sus intentos venían con matices azules, como el infinito mar que se une en la lejanía con el cielo.

Y el roble viejo y abandonado por los azares del tiempo, iba recopilando bajo sus ramas, cada instante y cada lágrima; y placentero sentía que le pertenecían cada uno de esos sueños que echaban a volar en los suspiros de la joven con aroma de lirios en sus cabellos. Elegante velaba, el eco del silencio que se sumía en el devaneo anestesiante de aquellas horas, bajo la suave brisa y el horizonte. El panorama consagraba su elixir con el esplendor de aquella inexplicable sensación, de contemplar la vida con los ojos del alma.

Y ella lo hacía cada amanecer. Sentía que acariciaba con sus pupilas  el aire y que con el  suspiro de sus labios besaba los instantes de aquel paraíso que vislumbraba  con la magia de su alma. Recorría cada rincón del horizonte buscando en el idilio platónico de un sueño, aquel azul que enamorara sus contornos, mientras que el roble amigo de las fugaces escapadas de suspiros y de sueños en el viento, descubría celosamente con sus ramas , el eco del silencio placentero.

 Allí reclinada entre las sombras
 con el aliento del aroma de sus lirios,
 esculpía la arquitecta de su historia,
con la dádiva brillante de su anhelo,
 la más tierna sensación de loca euforia
contemplando con el alma sus deseos.

 Y en el místico volar de dos palomas
peregrinas cual espíritu viajero,
vislumbraste el amor de tantas horas
y en tus manos atrapaste su misterio.

Bendita sensación, roble de historias,
celoso vigilante del  silencio
de la joven con pupilas soñadoras,
y el aroma seductor en sus cabellos.

Ella sigue reclinada allí entre sombras,
pero ya no languidece de desvelos,
porque lleva en su diadema el sortilegio
del amor que ha dibujado en cada sueño.

Al despedir la tarde su morada
para hundirse en el crepúsculo del cielo,
con aroma de los lirios en su pelo
y arropando entre sus manos  el silencio,
deja huellas de su amor en el sendero
cual promesa de otro mágico regreso.




Comentarios

  1. Aimée... qué bonito poema!
    Evidentemente tienes talento.
    Nos leemos...

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