En ese instante.


Como de costumbre desperté  con el arrullo extasiante del amanecer. Me encanta disfrutar cada alborada, y ese ruido peculiar del silencio de la noche, que se despide recibiendo el alba, me ocasiona un placer inexplicable, mágico, que no obedece a las leyes naturales, una sensación traslúcida que me hace extrapolar y debatir todo un torrente de emociones entre el mundo visible e invisible de mis tiempos pretéritos y presentes. Siempre me dispongo a preparar el café que me inocula el estímulo para todo el día, hojeando las páginas ordinarias del Diario que sólo especula entre la vida y la muerte, noticias deplorables de tiempos difíciles, de crisis financiera, de fraudes políticos, satélites en fuga, guerras, y ahora hasta de expandir el universo con los premios Nobel de Física, como si no fuera más provechoso convertirnos todos en alquimistas , buscando el Elixir de la Eterna Juventud.
Prendo la tele, y ocurre exactamente lo mismo, nefastos episodios del día a día, alguna novela cursi, presuntuosa , con mujeres estiradas y entaconadas todo el tiempo, tan alejadas de la realidad cotidiana, que resultan  anticuadas en estos tiempos de cibernautas , redes sociales y embotellamientos,  ó la superficialidad de periodistas en busca de alguna noticia trivial de  artistas ó futbolistas del momento, invadiendo vidas y espacios que no les pertenecen.  Por eso, en ese instante de privacidad que tengo con mi taza hirviente de café,  prefiero expandir mis ideas en un mundo esotérico donde solo yo pudiera responder todas mis preguntas y resolver todos los enigmas  que viven  reservados en la sabiduría inexpugnable de la Creación. Es un instante único que me fascina repetir todos los días, en el mismo lugar, a la misma hora, con mis lentes puestos, mi ropón de dormir y esta tacita humeante y aromática que levanta espíritus, como decía mi abuelita. Es un instante que me seduce, me hipnotiza,  y que  despierta todas mis musas inspiradoras, soñadoras, y a veces un poco teosóficas. Es, en esa porción brevísima de mi tiempo, en esa frecuencia instantánea, sutil, volátil, abstracta,  en que la meditación ilumina todo mi interior con ingenuidad y exquisitez,  y me alista con su gracia y perspicacia  para comenzar un nuevo día, moldeando con sutileza cada idea y cada pensamiento, para dejar en estas letras el espejo congruente de mi mundo lleno de contradicciones y de sentimientos confusos, que pueden parecer irracionales, pero que siento mío, mis testigos leales que acompañan mi vida y mis instantes, en cada evocación del ayer  y  en cada detalle del hoy. Regresaré mañana, amanecer de instantes fugaces, y egregio señor de mi universo, para  hacer sortilegios de esperanzas con mis letras  cómplices del tiempo.


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